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jueves, diciembre 29, 2005

Edmund Burke


Edmund Burke (1729-1797)
por Marco Respinti



1. La vida y las obras

Edmund Burke nace en Dublín, en Irlanda, el 12 de enero de 1729 de padre anglicano y de madre católica. Con el hermano Richard es educado como anglicano para que pueda, en el futuro, acceder a la carrera pública; la hermana, en cambio - como era costumbre en la Irlanda de su tempo -, recibe una educación católica. Pero el ambiente católico en el que de facto vive, el cultivo de los estudios y su misma pertenencia étnica contribuyen a crear en él lo que ha sido definido como "cuño de pensamiento católico". De 1743 a 1748 estudia artes liberales en el Trinity College de Dublín formándose con autores clásicos griegos y latinos: Cicerón (106-43 a.C.) y Aristóteles (384-322 a.C.) ejercitando sobre el futuro parlamentario una profunda influencia como maestros, respectivamente, de retórica y de pensamiento - el mismo Burke será estimado como uno de los máximos prosadores de lengua inglesa - y de filosofía política. En 1750, en Londres, estudia derecho en el Middle Temple. Pronto no obstante, harto del pragmatismo materialista y de la metodología mecanicista de que está imbuída la enseñanza, contrariando al padre, la abandona y se vuelca en la carrera literaria.

No obstante, con el pasar del tiempo, el futuro estadista va adquiriendo un conocimiento profundo del derecho europeo así como del británico, de la romanística al Common Law. Estimador y conocedor del derecho natural antiguo y moderno, profundiza en el pensamiento de Cicerón y de los estoicos latinos, y, entre los modernos, en el de Richard Hooker (1553-1600), al cual considera como la máxima fuente del derecho canónico de la época de la Reforma protestante. Éste último, pastor anglicano autor de The Laws of Ecclesiastical Polity, denominado "el Tomás de Aquino de la Iglesia anglicana", prosigue, al menos en parte, con la tradición filosófica escolástica e n la Inglaterra posterior al cisma de la primera mitad del siglo XVI. Otra fuente importante de la formación y luego del pensamiento burkiano es la cadena de los grandes juristas británicos, de sir Edward Coke (1552-1634) a sir William Blackstone (1732-1780) - autor de los Commentaries on the Law of England - pasando por los jurisperitos moderados, partidarios de la incruenta "Gloriosa Revolución" inglesa del 1688. Peter J. Stanlis - uno de los mayores estudiosos norteamericanos del pensamiento burkiano - escribe: "Es importante notar que su erudición jurídica, que incluye las tradiciones del derecho natural, del derecho de gentes, del Common Law inglés, del derecho penal y de los precedentes consuetudinarios en el derecho positivo, empaparon y formaron su filosofía política, el sentido de Europa como gran commonwealth de naciones con una herencia moral y jurídica común y la confianza en el camino de la tradición a lo largo de la historia".

En mayo de 1756 el anglo-irlandés publica el primer escrito, anónimo: A Vindication of Natural Society, un panfleto que se burla de la filosofía libertina y deísta de moda por aquel entonces. El 12 de marzo de 1757 se casa con Jane Nugent. En abril del mismo año da a la imprenta A Philosophical Inquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and Beautiful. En esta obra dedicada a la estética, investiga los fundamentos psicológicos del arte y rechaza la idea de que sean simples productos de rígidas reglas teoréticas, anticipando aspectos importantes del pensamiento filosófico de su madurez. En los meses previos había aparecido también el anónimo An Account of the European Settlements in A merica, texto quizás redactado por Will Burke - un familiar de Edmund -, en el cual han sido individuadas numerosas aportaciones del pensador anglo-irlandés. La obra tiene éxito y contribuye a incrementar la atención británica sobre América. En la misma, el autor anónimo simpatiza con la ide a de libertad política defendida por las Colonias británicas, poniendo en guardia a sus propios compatriotas acerca de la peligrosidad de determinadas medidas comerciales demasiado restrictivas.

El 9 de febrero de 1758 Jane Burke da a luz el hijo Richard, que morirá en 1794. El mismo año, Burke empieza a dirigir el Annual Register, una voluminosa revista que, a partir de 1759, se dedica a la historia, a la política y a la literatura, al principio solamente británicas, luego también europeas continentales, y que él mismo dirige, también colaborando, hasta 1765. Entre 1758 y 1759 escribe Essay towards an Abridgement of the English History, una obra póstuma publicada en 1811. En este mismo periodo Burke empieza a tratar con Samuel Johnson (1709-1784), el eximio literato tory, esto es del "partido del rey". No obstante la diferencia de las opiniones políticas, entre los dos persistirá siempre una profunda estima y amistad.

En 1759 es nombrado secretario privado y asesor político de William Gerard Hamilton (1729-1796), coetáneo suyo ya activo en el Parlamento. La redacción de los Tracts Relative to the Laws against Popery in Ireland - escritos fragmentarios publicados póstumos en 1797 - se remonta al otoño de 1761, durante una estancia irlandesa. Después de la separación de Hamilton, el pensador anglo-irlandés se vincula a Charles Watson-Wentworth, segundo marqués de Rockingham (1730-1782), siendo nombrado pronto secretario. Éste último, el 10 de julio de 1765, es nombrado primer ministro por el rey Jorge III de Hannover (1738-1820) a pesar de las reservas del soberano en confiar el encargo a un whig, esto es, al "partido del Parlamento". Elegido el mismo año para la Cámara de los Comunes, Burke llega a ser pronto la guia intelectual y el portavoz de la "corriente Rockingham" del partido wigh, la cual, de otra parte, consigue sólo breves éxitos políticos entre 1765 y 1766 y de nuevo, por pocos meses, en 1782.

Burke se sienta pues en los bancos de la oposición durante la mayor parte de su carrera política y es durante esta segunda fase de su existencia que el estadista-pensador publica las obras más conocidas, entre otras Thoughts on the Causes of the Present Discontents en 1770, Speech on the Conciliation with the Colonies en 1775, Reflections on the Revolution in France en 1790, Thoughts on the French Affairs on y Appeal from the New to the Old Wighs en 1791, además de Letters on a Regicide Peace, terminadas en 1796.

El 9 de julio de 1797 Burke fallece en su casa del campo de Beaconsfield, en Inglaterra.


2. El pensamiento político-filosófico

Gran parte de la actividad pública burkiana trascurrió en defender de un lado a la Iglesia anglicana de los ataques de los "libres pensadores" y de los reformistas protestantes radicales, de otro a los católicos y a los disidentes protestantes, agraviados en sus derechos por la política absolutista del gobierno londinés. La razón de esta acción política no es un concepto "latitudinario" de la libertad religiosa, sino más bien una visión de conjunto de la naturaleza humana y de las relaciones entre el Estado, los cuerpos sociales intermedios y los individuos amenazados por el absolutismo moderno. Objetivo de Burke es garantizar iguales derechos a todos los súbditos británicos, dondequiera que se encuentren y cualquiera que sea la fe religiosa que profesen: derechos concretos, adquiridos historicamente en virtud de la secular tradición constitucional y consuetudinaria británica - los "beneficios" -, y - a partir del 1789 francés y no por azar en áspera polémica, entre otras cosas, con las "libertades inglesas" - contrapuestas a las abstracciones iluministas y racionalistas de la Ley y del "derecho nuevo".

El estadista se hace célebre por cuatro "batallas Parlamentarias". La primera, la tutela de los derechos constitucionales tradicionales de los colonos británicos en América, se opone a la tasación arbitraria, impuesta por el gobierno londinés, y defiende el auténtico significado de la Constitución "no escrita" británica. Con altitud de miras, Burke se da cuenta de la mecha que tal política va encendiendo en el polvorín norteamericano y hace lo posible para alejar el espectro de la pérdida de las Colonias. Jamás a favor de la independencia que éstas declararon en 1776, una vez estallado el conflicto armado entre ellas y la Corona británica, él juzga los acontecimientos como una "guerra civil" interna del imperio - no una revolución -, de curación rápida.

La segunda batalla parlamentaria es la que conduce contra la administración pública, que imposibilita esta vez a los súbditos irlandeses de disfrutar de los derechos constitucionales británicos, a pesar que en el tema de la libertad religiosa Burke no consigue obtener el éxito parcial en defensa de los compatriotas católicos que tuvo en otros temas.

En tercer lugar, el estadista pide la acusación contra Warren Hastings (1732-1818), gobernador general de la India británica, por su malgobierno, pero no es atendido. Su decidida actuación consigue, no obstante, algo de éxito y, sobretodo, es una advertencia - desatendida - para el futuro. El imperio donde jamás se ponía el sol se derrumbará merced a la obcecación de algunos de sus gobernantes, que no por otras razones.

La última batalla parlamentaria burkiana tiene como telón de fondo a la Revolución francesa. En las Reflections on the Revolution in France - una de las obras más comentadas e influyentes de la historia inglesa moderna, publicada poco tiempo después de la "toma de la Bastilla", el 14 de julio de 1789 -, el hombre político anglo-irlandés intuye, analizando las premisas filosóficas que se habían abierto paso en los lustros anteriores, el curso completo de los acontecimientos revolucionarios, del regicidio a la dictadura militar napoleónica, estigmatizando su naturaleza. Para él, la Revolución constituye el advenimiento de la barbarie y de la subversión de toda ley moral y de toda tradición civil y política.

Sobre la interpretación de este acontecimiento el mismo partido whig se parte, dividido entre los new whig liberales de Charles James Fox (1749-1806) y los old wihg dirigidos por Burke, los cuales acaban coaligándose políticamente con los tory de William Pitt el Joven (1759-1806). A la defensa burkiana del "commonwealth cristiano de Europa", del cual la Francia jacobina y atea se desmarcó y contra el cual lucha desesperadamente - Burke afirma que, en los años de la Revolución, la Francia auténtica reside en el extranjero -, se debe el apoyo parcial que, en algunos momentos, el gobierno británico concede a la causa contrarrevolucionaria francesa.

El centro de la filosofía política burkiana es, de hecho, la defensa del ethos clásico-cristiano, fundamento de la normatividad que el pensador adivina en las tradiciones jurídicas y culturales de su país, parte de la "sociedad de las naciones" cristianas europeas. La relación burkiana entre derecho natural moral e instituciones civiles entiende estas últimas como intento histórico de encarnar el primero, según una lógica que une moral personal y moral social. La "filosofía del prejuicio" - esto es, de la tradición y de la costumbre histórica - es la gran baza del common sense británico burkiano.

Según Russell Kirk (1918-1994) - uno de los "padres" del renacimiento burkiano contemporáneo -, el pensador anglo-irlandés pertenece al "partido del orden": él es la figura representativa de aquel legitimismo patriótico británico prudente, que aúna fidelidad y crítica constructiva, y que se resume en la expresión conservadora "oposición de Su Majestad", antitética a la revolucionaria de "oposición a Su Majestad".

La influencia de Burke se ejercita sobre pensadores importantes como Joseph de Maistre (1753-1821) y sobre numerosos autores del área cultural anglosajona, francesa y alemana; pero, sobre todo, da origen a lo que en el mundo de habla inglesa, tiene el nombre técnico de "pensamiento conservador", entendido como oposición consciente al mundo surgido a raíz del 1789 francés y a la filosofía revolucionaria que lo inspiró y lo empujó.

Burke, seguro de la proximidad de la victoria jacobina en tierra inglesa, determina que la localidad de su inhumación quede en secreto, por miedo a que los enemigos puedan un día descubrirla y desacralizar el lugar de descanso de los restos mortales de su primer y radical adversario.

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miércoles, diciembre 14, 2005

Abraham Kuyper


EL LEGADO DE ABRAHAM KUYPER

Por Colin Wright

Este año (1998) señala el centenario de la celebración de las Conferencias Stone por Abraham Kuyper, que fueron posteriormente publicadas bajo el título Conferencias sobre el Calvinismo.

No puede haber duda que esta conferencia, y su publicación, hicieron época en la historia del pensamiento Cristiano. Pues Kuyper no simplemente retornó al pensamiento del Reformador Ginebrino a la manera servil de un romántico irreflexivo. Él buscó capturar, o más bien ser capturado, por su genio, fundamentado en la Santas Escrituras como la palabra viviente de Dios, y dejarlas tanto hablar una vez más a su tiempo y ejercer su poder transformador en el pensamiento y la cultura del Nuevo y Viejo Mundo en la segunda parte del siglo diecinueve.

Su obra Conferencias sobre el Calvinismo fue quizás el más grande legado de Kuyper a la iglesia Cristiana, aunque en total produjo alrededor de 200 libros, muchos de ellos cubriendo hasta tres o más volúmenes. Las Conferencias fueron un manifiesto. En ellas Kuyper proclamó al mundo, con una claridad y una frescura quizás incomparables a su tiempo, la relevancia del Calvinismo – como Cristianismo con pleno derecho – como el único principio regulativo genuino para el todo de la vida. En ellas expuso los rudimentos de un programa que iba a ocupar los esfuerzos de Cristianos fieles hasta este día no solo en los Países Bajos sino a través de Europa, las Américas y más allá. Aquí se trazaron las líneas de la batalla para el conflicto porvenir, el cual todavía ruge, entre el Cristianismo Bíblico y el humanismo en todas sus horribles y enrevesadas formas.

Pues con toda seguridad estaba siendo inaugurada una nueva fase de la batalla entre las dos ciudades – la ciudad de Dios y la ciudad del hombre. Se habían ido las antiguas certidumbres de la religión Cristiana que rodearon a la sociedad Occidental incluso en su larga apostasía de la batalla de la Reforma; el humanismo estaba ahora, de par en par, proclamando descaradamente su desafío al Dios viviente. En el yunque de El Origen de las Especies de Darwin y el Manifiesto Comunista de Marx y Engels el humanismo comenzó a forjar su visión beatífica de una auténtica sociedad sin Dios. Voces como las de Nietzsche llamaron a las tropas para arrasar el pensamiento Cristiano de nuestra cultura.

Kuyper, quizás más que nadie en su día excepto del famoso Groen van Prinsterer, su mentor, percibió que la batalla no podía ser ganada a la antigua forma de proceder. Particularmente desde la época de Tomas de Aquino la iglesia se había retirado continuamente ante la embestida de la incredulidad, concediendo terreno en cada área de la vida a principios ajenos a sus muy queridas formas de pensamiento. Al conceder la autoridad última de la razón humana sobre la revelación divina, finalmente se rindió y se entregó en manos del enemigo, aún cuando ostensiblemente usaba la razón para defender la religión. Para el tiempo de Kuyper el Cristianismo se había retirado de manera pietista dentro del refugio interno de lugar santo – lo que los Puritanos llamaban iglesia petrificada. Retirarse más era imposible. Kuyper percibió que un retorno a oponer principio contra principio era esencial si el Cristianismo iba a ganar la guerra:

Los apologistas invariablemente comenzaron por abandonar el parapeto agredido, con el propósito de atrincherarse cobardemente en una zanja ubicada en la parte posterior. Por lo tanto, de lo primero, siempre me he dicho a mí mismo, si la batalla ha de ser peleada con honor y con una esperanza de victoria, entonces debe haber un enfrentamiento de principio contra principio, entonces debe sentirse que en el Modernismo la vasta energía de un sistema de vida todo abarcador nos asalta, entonces también debe entenderse que debemos tomar nuestra posición en un sistema de vida de un poder igualmente todo abarcador y de largo alcance. Y este poderoso sistema de vida no ha de ser inventado y formulado por nosotros mismos, sino que ha de ser tomado y aplicado tal y como se presenta a sí mismo en la historia. (Conferencias, I, p. II)
Kuyper miró que la batalla era, como después la describiría Cornelius Van Til, una batalla ética y no una batalla epistemológica. El Modernismo no cree porque le falte conocimiento, sino porque le falta la voluntad. Los Cristianos no pueden derrotar al Modernismo azotándole con interminables “hechos científicos” sacados del propio arsenal de ellos. Kuyper se dio cuenta que, fundamental al argumento sobre el conocimiento científico se hallaba la antítesis, que nunca puede ser borrada con impunidad, entre el entendimiento modernista de la creación y la mente humana como normales, y el entendimiento Cristiano de ellas como anormales. La diferencia fundamental entre las facciones contendientes se centra en las doctrinas de la Caída y del pecado original.

Si a veces tenemos que diferir con Abraham Kuyper (¡como lo hacemos!) es porque, ubicados sobre su hombro, podemos ver más lejos de lo que él pudo. En nuestro criticismo de su labor productiva de un neo-Calvinismo para su propio día necesitamos recordar que las perspectivas que logró fueron contra las abrumadoras presiones y prejuicios de una época en las que tales perspectivas estaban casi totalmente perdidas. Que él lograra hacerlo tan bien como lo hizo no es una maravilla pequeña y, como él sería el primero en admitirlo, se debió solamente a la gracia distintiva. ¡Soli Deo gratia, soli Deo gloria!

Sin la obra pionera de este gigante los movimientos modernos asociados con los nombres de Cornelius Van Til, Rousas J. Rushdoony, Herman Dooyeweerd y muchos otros no hubiesen ocurrido. Sus escritos e influencia son la naciente de agua de la cual estos movimientos obtuvieron su nutrición e inspiración.

A medida que nos acercamos al comienzo del tercer milenio Cristiano necesitamos proclamar y testificar una vez más que solo el Calvinismo, como Abraham Kuyper lo entendía, esto es, como una perspectiva de la vida y del mundo, puede ofrecer la esperanza, la fuerza, visión y sentido de propósito que la iglesia Cristiana necesita para sostenerse a sí misma en la batalla. Pues por este Calvinismo, descubrimos en la Santa Escritura, a través del testimonio del Espíritu Santo, la infalible y suficiente explicación de Dios de toda la creación en todos sus variados aspectos y matices. La campaña por Cristianizar el mundo es nuestra meta. Hace cien años Kuyper renovó la desmadejada visión de una iglesia desvigorizada con su grito de batalla y su ejemplo. Aquel que equipó y fortaleció a Kuyper nos llama a la misma tarea, y nos da la misma promesa: “Confiad; yo he vencido al mundo.” C&S

Este editorial fue publicado originalmente por la revista Christianity & Society, Volumen VIII, Número 2, de Abril de 1998.

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